Crisis económica
¿Un invitado inesperado?
O ¿Un socio del Capitalismo?

Oímos casi a diario, que nadie supo predecir la crisis económica en la que hoy vivimos. Sin recurrir a Marx, con el artículo siguiente, pretendemos mostrar que quizás podíamos imaginar algo parecido.

En los últimos tiempos, la globalización (que existe desde antes de la era industrial) se ha intensificado como nunca la humanidad ha podido conocer. La interdependencia económica entre países creció de manera desigual y con un nulo o escaso control sobre los flujos comerciales y financieros.

La globalización no sería tanto el resultado de un proceso de integración gradual de los mercados a escala mundial, sino el resultado de una serie de decisiones tomadas por la oligarquía política y económica mundial que ha adoptado el programa ideológico del neoliberalismo.
En esta línea, Ulrich Benck define este proceso, como: la ideología que pretende la suplantación de la política por el mercado (año 2000).
Así, del mismo modo, ATTAC en su manifiesto fundacional de 1998, dice lo siguiente: la mundialización financiera agrava la inseguridad económica y las desigualdades sociales. Menoscaba las opiniones de los pueblos, de las instituciones democráticas y de los Estados soberanos encargados de defender el interés general. Los sustituye por lógicas estrictamente especulativas, que únicamente expresan los intereses de las empresas transnacionales y de los mercados financieros.

Pero, ¿de dónde viene el modelo actual? el declive que ha dado como culmen la situación de hoy en día.
John Gray en el año 2000, en su análisis sobre el neoliberalismo de los años 80 en EEUU y Reino Unido afirmaba que el asalto definitivo al Estado del Bienestar, orquestado por Ronald Reagan y Margaret Thatcher respectivamente, solo pretendía acabar con los programas de redistribución de la renta y promoción de la igualdad de oportunidades, lo cual constituye dicho sistema del bienestar. Así, argumenta Gray, en los 90, tras desaparecer, aparentemente, la alternativa Socialista, la oligarquía económica no tenia nada que perder suprimiendo las políticas redistributivas en las que se basaba el pacto social alcanzado en Europa tras la IIª Guerra Mundial.

Dentro del “programa de la fuerza dominante” Samir Amin (2001) describe las intenciones de la ideología neoliberal, la cual intensifica la globalización: Destruir las conquistas de la clase trabajadora, desmantelar los sistemas de seguridad social y protección al empleo, reinstaurar los salarios de pobreza, devolver a los países periféricos a su estatuto de proveedores de materias primas, reducir a subcontratistas a los países emergentes y acelerar el expolio de los recursos naturales.
Ramonet, también en 2001, afirmaba que todo ello produciría: despidos masivos, empleos basura, depredación ecológica, reducción del gasto público, despido de funcionarios, aumento de la deuda externa y marginalización de las minorías.

Estudiando a estos dos autores podemos deducir que: La globalización sería la excusa de la clase dirigente para romper el pacto por el empleo estable y la igualdad de oportunidades en el que se ha basado el poder de los partidos socialdemócratas desde la IIªGM. Estos partidos vivían del binomio “apertura más compensación”, postura defendida por Geoffrey Garret (1998), el cual constituía el núcleo básico del pacto de posguerra entre trabajo y capital; mercado y Democracia, en contrapeso al bloque Socialista.  Por lo que la opción de la socialdemocracia de finales del sXX, con dicho pacto innecesario y disuelto, solo se podría adaptar a un programa neoliberal (la llamada tercera vía) o desaparecer.

Si aun no esta claro la actual subordinación de la política a los mercados, causa de la situación actual, podemos hablar del caso Stigltz.

Joseph Stigltz, Premio Nobel de economía y jefe del Banco Mundial, escribió en 2002 “El malestar de la globalización”. Stigltz argumento que las políticas que promovió el Fondo Monetario Internacional (FMI) durante la crisis asiática de 1997 fueron erróneas, hasta el punto de que contribuyeron a agravarla. No porque sus políticas fueran realmente erróneas, sino porque estaban más orientadas a salvaguardar los intereses de los bancos que de los países en cuestión. Las recetas anticrisis del FMI permiten concluir a Stiglitz que el primer objetivo de la institución financiera consistió en ayudar a los inversores de Wall Street a recuperar su dinero, no a los países afectados a minimizar los efectos de la crisis de 1997.
En esta misma obra, explica que el FMI fue “capturado” por los mercados. Esta afirmación ratifica el clásico análisis de Hugh Heclo y Aaron Wildawsky, titulado “El gobierno privado del dinero público” (1974) en el que desgranan la capacidad de la oligarquía económica para conseguir regulaciones estatales favorables para sí misma a costa de los intereses generales de la sociedad y de los propios Estados.
Existen estudios al respecto, sobre el caso Stigltz, demostrando lo dicho. Robert Hunter Wade en 2002 detallo la secuencia de presiones del FMI y del Tesoro norteamericano que forzaron la dimisión de Stigltz como economista jefe del BM por desaconsejar a Etiopía la liberalización de su sector financiero (en contra de la recomendación del FMI)

Concluimos, tras todo lo dicho, que la propia acción neoliberal se contradice así misma una y otra vez. Siendo su único objetivo, real, la acumulación económica y la dependencia nacional de unos países bajo el control político de Estados supuestamente hegemónicos. Estos Estados a su vez, son títeres de oligarquías financieras muy concretas (200 personas controlan el 48% del PIB mundial) que crean falsas ilusiones, como la globalización o las crisis económicas; distintas circunstancias de un mismo modelo, el Capitalismo.


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